Sunday, 19 December 2010

No vendas nuestra tierra a un pueblo ajeno Rav Shlomó Aviner

No vendas nuestra tierra a un pueblo ajeno
Rav Shlomó Aviner

Me preguntaron, ¿por qué – en mi humildad – agregué mi firma a la petición de los Rabanim (Rabinos) que prohíben vender casas, apartamentos, terrenos y campos a los árabes? La respuesta es tan sencilla: La visión del Estado Judío. Regresamos después de dos mil años de galut (exilio) para edificar un Estado Judío.
Está permitido que vivan en él gentiles, y hay que tratarlos bien y con toda la rectitud y el respeto que se debe tener para con el extranjero que se encuentra en nuestra tierra. Pero fortalecer la posesión de los árabes en esta tierra es una irresponsabilidad nacional, ya que hoy en día son un 25% de la población, y debemos cuidar una mayoría judía clara y fija.
No es ningún secreto que los árabes quieren adueñarse de nuestro país y despojarnos de nuestra tierra, y lo hacen de todas las formas posibles: A través de sangrientas guerras, a consecuencia de las cuales nuestro país está lleno de huérfanos, viudas y padres que han perdido a sus hijos en las batallas. A través del terror continuo, que también él cobra víctimas. En los últimos tiempos, después de la gran desgracia del Carmel, dijeron en forma oficial que se debe añadir incendios en Israel – y en efecto, ya hubo 15 intentos de incendios. Y también a través de la compra masiva de terrenos por parte de los árabes, a todo lo largo y lo ancho de la tierra, sin descanso, en dimensiones colosales – como en Yafo, Haifa, Ako, la galilea, y en los últimos tiempos hay un intento de comprar el barrio “Nof Tzion” en Ierushalaim. Hay en el mundo árabes ricos que están dispuestos a aportar millares para ese fin. Y en efecto, judíos con responsabilidad nacional débil son tentados por las grandes sumas de dinero que ofrecen.
Cuando yo era un niño – en el movimiento juvenil Bney Akiva – fuimos exhortados junto con nuestros amigos a andar días y noches repartiendo de casa en casa las alcancías azules del Keren Kaiemet LeIsrael, para la redención de Eretz Israel (la Tierra de Israel) de manos de los árabes. Y ahora, ¿acaso haremos justo lo contrario?
No se trata solamente de una halajá particular, que habla de la prohibición de “no le concederás gracia” (Dvarim 7:2) – no les darás asidero en la tierra. En el mes de Iyar del 5768 los más grandes Rabanim del público jaredi (ultra-ortodoxo) publicaron su opinión al respecto, y ya habló del tema el Gaón (genio del estudio de la Torá), el Rav Herztog en su respuesta en cuanto a la actitud frente a los gentiles en Eretz Israel, incluso antes de la Declaración de la Independencia (Tjumin Alef): Se debe diferenciar entre una venta esporádica y el peligro de ser despojados de nuestra tierra, en cuanto a lo cual el estado tiene la obligación de fijar límites especiales en cuanto a la venta a gentiles.
Hay quienes preguntan: ¿Qué sucederá si gentiles en EE.UU. se negarán a alquilar o vender casas a judíos en su tierra? Es un tonto argumento demagógico. Todos saben que los judíos en EE.UU. son ciudadanos fieles, no aspiran a edificar un estado judío dentro de EE.UU., no participan de acciones terroristas, y no pactan con los enemigos de EE.UU.
Y también hay quienes preguntan: ¿No se trata de racismo? También ese es un argumento demagógico tonto. Racismo es una concepción biológica, que diferencia entre una raza superior y una raza inferior, cuando la raza superior tiene el derecho de subyugar y aprovechar la raza inferior. Pero Am Israel incluye dentro suyo decenas de razas – y quizás es el pueblo que incluye más razas en el mundo – todas las razas europeas, la mayoría de las razas asiáticas, africanas y americanas. Pero el Pueblo Judío quiere que nuestro país continúe siendo judío, de la misma forma que el pueblo de EE.UU. desea que su estado continúe siendo un estado estadounidense.
Es más, toda persona recta del mundo debe reconocer que nosotros hacemos por los árabes que habitan en nuestra tierra mucho más de lo que deberíamos, sin ninguna comparación con ningún otro país. No porque estemos obligados, sino que porque tenemos un ideal moral. Pero no hay nada – ni las cosas más nobles – que el extremismo no lo dañe. Y no puede ser que se llegue a una situación de suicidio nacional. Que nuestro estado sea un estado democrático judío no quiere decir que la democracia debe suicidarse para demostrar su vitalidad.
Dos mil años soñamos con el Estado Judío, y gracias a D’s, esa aspiración se plasma frente a nuestros ojos, y continuaremos fortaleciéndonos para con ella.

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