Uno de los cuentos más conocidos del Rabbi Nachman, es el cuento de la hija del rey. El Rabbi nos cuenta que uno de los ayudantes del rey la fue a buscar por todo el mundo y la encontró en un castillo de donde ella era Reina, donde había música, alegría, comida y mucha gente. Sin embargo, la hija del Rey le dice al ayudante que ella está en un lugar malo.
Generalmente, nuestro concepto de un lugar malo (principio cristiano del infierno) es un lugar incómodo, sea muy frio o lleno de fuego, donde la gente está en pena, son golpeados y maltratados y, sin embargo, la hija del Rey, que está en un lugar lleno de todas las cosas, dice que está en un lugar malo.
Para entender, debemos de pensar en de donde viene la hija del Rey, viene de ser la hija querida del Rey, rodeada de amor y cariño, que tuvo un día la desgracia de encontrar a su padre muy nervioso al punto que le deseo que el Malo la llevara con él. Y a este palacio la llevo el Malo y la hizo Reina.
Que es lo que tenía la hija del Rey y dejo de tener? Antes era princesa, ahora es Reina. Antes era una más de las hijas del Rey, ahora es el centro de todo. Tan solo que el todo que tiene, la realeza, la música, el confort, son todos elementos externos y ella, en el palacio de su padre se sabía querida. Pasó a tener todo lo de fuera, pero perdió lo de dentro.
Este es el drama de nuestra vida, la falta de sentirse querido, de saberse respetar y querer a uno mismo, de sentir que alguien nos quiere de veras, nos escucha de veras, no nos pregunta: “Hola que tal” para que le digamos “Bien”, nos pregunta porque realmente le interesa! Porque realmente quiere escuchar lo que nos pasa, lo que llena nuestra alma. Y tristemente, al no querernos a nosotros mismos, al no recibir nosotros la atención que deseamos, tampoco sabemos darla.
No sabemos darla a nuestra pareja, no sabemos darla a nuestros hijos, pretendemos dar soluciones, resolver los problemas antes de que nos los cuenten con la intención de liberarnos de tener que escuchar, de dejar de prestarnos atención a nosotros mismos y abrirnos a nuestra pareja o nuestros hijos. Muchas veces, alguien te cuenta algo y, si le escuchas, le incitas a contar más, finalmente llega por nel mismo a la solución que quisimos proponerle, tan solo que llego por si mismo, y, lo que es más importante, sintió durante el tiempo de la conversación que era la persona más importante del mundo y sintió ser querido. No es esta una forma mucho mejor de tratar a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros amigos?
Rabbi Nachman nos enseña que primero debemos estar bien con nosotros mismos y luego intentar dar a los demás lo que deseamos nos den. Si comenzamos a hacerlo, sencillamente nos sentiremos mejor cada día y promoveremos a los demás a hacer lo mismo. El secreto es comenzar uno, no esperar a que los otros nos den para entonces, más que dar, devolver.
Robemos unos momentos para escuchar a nuestros seres queridos, y no lo hagamos una vez y digamos: “Bueno, lo intenté”, sigamos intentando, hasta que nos escuchen, la gente sencillamente no está acostumbrada a ser escuchada, a ser amada. Si no lo conseguimos a la primera vez, no veamos esto como una caída, sino como una indicación de que no hicimos el suficiente esfuerzo, no hay avance sin retroceso, no existe la subida continua, siempre hay una bajada antes de una subida más importante. Y más que nada, debemos de saber que vale la pena. Vale la pena crecer y vale la pena dar.
Daniel
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